EL ÚLTIMO VIAJE
I
Ella misma fue la primera sorprendida cuando se vio salir de la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga en dirección a la playa que no distaba más de cincuenta metros de allí. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo mucho que había bebido, y de lo terriblemente sola que se sentía desde hacía mucho tiempo en un mundo hostil que ya le era insoportable, insufrible, irremediablemente vacío. Por eso no le costó dejarse llevar por un cuerpo entregado a aquella tiste soledad, ya compañera de un largo e interminable viaje, se detuvo en la orilla de la playa a contemplar el absurdo horizonte, y por mucho que oteaba con su vista cansada y derrotada, no pudo ver más que su alma solitaria, su corazón desgajado, su psiquis marchita, junto a un sol anaranjado que anunciaba el fin de otra triste tarde más, tan reconocida por ella. Se desnudó completamente, apresurandose en ese instante a entrar en el mar calmo, y sintió un gran escalofrío tan desagradable que su cuerpo se heló tanto o más que sus aletargados sentimientos, sus abatidos sentidos. Retrocediendo, ebria, tambaleándose, se dejó caer en la arena caliente, se amarró con todas sus fuerzas a ese calor, a algunas piedras, fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba pensando en aquel hombre que la había visitado recientemente en el estudio en donde pintaba, un lugar muy céntrico de la bella y olvidada ciudad de Recuerdo, en donde vivía, una imagen de una bella tarde que tenía muy tatuada en su cerebro, grabada en su corazón.
II
De esa manera fue cuando advirtió que su vida estaba a punto de cambiar, un calor intenso hizo que junto al alcohol ingerido, entrara en un sopor ya cruelmente insoportable. Se dejó abandonada a cualquier suerte, ya adormilada, no fue capaz de resistirse; se quedó dormida, en el sueño él estaba en su escritorio sentado, escribiendo para ella un relato en el que una mujer, una hermosa mujer de cabellera rubia, salía de la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga, embriagada de alcohol, se dejaba llevar por una gran derrumbe emocional, asistiendo pues ante sí misma, al ceremonial del fin de una vida ya antigua, casi olvidada, y sobre todo, muy odiada.
III
Fue entonces cuando despertó del sueño, decaía la tarde, estaba ahora junto al cuadro nuevo que pintaba desde hacía unos días, en él un hombre al que amaba con todas sus fuerzas, escribía, ahí fue cuando todo se desveló ante ella, un hombre que a su vez, la amaba con locura, escribía la historia de un amor incipiente, un amor duradero, un amor eterno, aquello que siempre deseó, y que nunca tuvo, la historia de una pintora, una mujer ebria de alcohol, y aburrimiento, entregada a cualquier suerte, en una playa que era un estudio donde una mujer pintaba, que era un escritorio, donde un hombre escribía, que era…
IV
Se vistió rápida, pues su marido, el hombre al que ella ya no amaba desde hacía mucho tiempo, la esperaba inquieto, exasperado como siempre, para salir, pues la noche se echaba casi encima, no le dio tiempo casi a peinar su larga cabellera rubia, menos aún a ponerse carmín en sus bellos labios. Salieron juntos del edificio, cogieron su coche aparcado muy cerca, una vez montados, él sonrió con cierta malicia, convencido de que no volverian muy tarde de la fiesta de cumpleaños de la mejor amiga de su mujer; ella a su vez, miró hacia atrás a sabiendas de que era su último viaje junto aquel hombre casi desconocido que le acompañaba durante más de veinte años
Era su último viaje, el que les llevaría de la cuidad a la playa, duró casi una hora, pues casi no había tráfico. Cuando llegaron, la fiesta de cumpleaños no había hecho sino empezar.
El rumor del mar, se oía muy cerca…
Un relato inédito de José Cantabella cedido exprofeso para la web: regiondemurcia.es