María Miranda
España a día de hoy supera los 26.000 fallecidos por COVID-19, una cifra devastadora, una de la pandemias más mortíferas del siglo XX y XXI.
Si retomamos tiempo atrás, el origen del virus de la gripe pandémica de 1918, en plena Primera Guerra Mundial, conocida como «la gripe española», causó la muerte de 50 millones de personas en todo el mundo y con la que marcó la historia. En el caso de la pandemia actual alcanzamos los 264.000 muertos en todo el mundo. Parece que el COVID-19 no ataca las mismas franjas de edad que «la gripe española», la población más afectada era la de adultos jóvenes, mientras que la pandemia actual afecta a personas mayores o con enfermedades crónicas.
Actualmente, tenemos un sistema de prevención y recursos que están mucho más capacitados para afrontar enfermedades, aún así, esta lucha está siendo difícil de vencer. Estamos ante una situación extremadamente complicada, en un mundo de 7.600 millones de habitantes aproximadamente, que de pronto se para por un virus.
Según las previsiones oficiales de la OCDE, publicadas el 2 de marzo de 2020, la epidemia por coronavirus restará medio punto porcentual al crecimiento de la economía mundial en 2020. En España, el PIB se hundió en el trimestre entre enero y marzo un 5’2%. Una gran caída en la economía y la que se espera peor en el segundo trimestre.
De cara al futuro próximo, todo es una incertidumbre, en las restricciones y en la normalidad de nuestras vidas, hasta que no haya vacuna, no habrá normalidad, con las medidas de prevención no se podrá trabajar a pleno rendimiento. Asimismo, la destrucción del tejido productivo, sobre todo por parte del sector turístico, cuyos propietarios se pueden ver perdiendo sus negocios, sus ahorros, etc.
En el caso de la crisis actual, el problema es distinto al de cualquier otra crisis anterior. La solución a largo plazo será la vacuna, aparentemente no es segura la erradicación total del virus.