El caso salió a la luz en septiembre de 2020, cuando Dominique Pélicot fue sorprendido por un guardia de seguridad en un supermercado grabando clandestinamente a mujeres bajo sus faldas. Lo que en un principio parecía un caso de voyerismo reveló algo mucho más siniestro. La policía inició una investigación de los dispositivos electrónicos de Pélicot. Durante la investigación, las autoridades encontraron un archivo titulado ‘abusos’ en su ordenador. Este archivo contenía más de 20.000 imágenes y videos de su esposa, Gisele, siendo sometida a abusos sexuales por decenas de hombres en su propia casa.
Entre 2011 y 2020, Dominique Pélicot drogó metódicamente a su esposa. Mezclaba somníferos y medicamentos ansiolíticos en su comida o bebida, la dejaba inconsciente para que desconocidos pudieran abusar de ella. A través de una plataforma online, Pélicot reclutaba a estos hombres. Llegó a instruirles sobre cómo actuar para no ser descubiertos que no debían usar fragancias ni fumar antes de entrar y que si ella movía el brazo debían irse de inmediato, eran algunas de las instrucciones que Pélicot daba a los agresores.
Fueron concretamente 50 hombres. De edades comprendidas entre los 21 y los 68 años. Y de todas las clases y procedencias sociales. Desde bomberos, trabajadores de la construcción, hasta periodistas e, incluso, expolicías. En total fueron 92 actos de violación, porque algunos de esos hombres repitieron. Todos y cada uno de esos actos fueron grabados por el marido, quien reclutaba a los hombres a través de la plataforma, un sitio de encuentros sexuales. Contactaba con ellos mediante mensajes privados.
Dominique Pelicot no está enfermo ni padece ninguna anomalía mental, lo suyo es «voyeurismo», una parafilia o desviación sexual. Se excita y obtiene placer sexual observando a otras personas desnudas, mientras realizan actividades sexuales. Es un comportamiento considerado intrusivo y puede ser ilegal cuando viola la privacidad o los derechos de las personas observadas. Les explicaba que su esposa estaría drogada e inconsciente durante el acto sexual, pero que él que tenía su consentimiento para videograbarla cuando lo hicieran con ella. Era un juego sexual entre ellos dos.
La defensa de algunos de los acusados se basa en la afirmación de que desconocían la verdad. No obstante, las pruebas indican que muchos de ellos eran plenamente conscientes de que estaban cometiendo un crimen. Fueron concretamente 50 hombres, de edades comprendidas entre los 21 y los 68 años. Y de todas las clases y procedencias sociales, desde bomberos, periodistas, enfermeros y un antiguo oficial de policía. Eso ha generado un debate en Francia acerca de cómo personas en posiciones de confianza social pueden verse involucradas en crímenes tan atroces.
El principal argumento de algunos de los hombres acusados es que Pelicot les había hecho creer que su esposa fingía estar dormida y que participaba voluntariamente en los encuentros. Gisèle ha descrito cómo durante años experimentó problemas de memoria, confusión y miedo sin entender lo que le estaba ocurriendo. Incluso cuando su salud física comenzó a deteriorarse, jamás sospechó que su propio esposo la estuviera drogando y ofreciendo a otros hombres. A pesar del dolor emocional, se ha mantenido firme en su decisión de testificar en público, rechazando la idea de un juicio a puerta cerrada. Para ella, era importante que se hablara abiertamente del caso para que ninguna mujer pase por lo que ella ha pasado.
Está previsto que el juicio dure cuatro meses, lo que ha atraído la atención de medios de comunicación, organizaciones feministas y expertos en criminología. La implicación de tantos hombres de diversos entornos sociales en un caso tan grave ha llevado a los expertos a cuestionar hasta qué punto se ha normalizado el abuso sexual en determinados ámbitos.